JUSTICIA INFINITA
No hay elementos objetivos
La 4x4 Mercedes Benz de color champagne atracó de trompa en la calle San José frente a la Corte Suprema, mientras de la Blazer bajaban Susana y los patovicas. La señora iba vestida con una blusa blanca y una pollera tubo negra muy ajustada al cuerpo, y calzaba unos zapatos negros de tacones. En su cintura un grueso cinturón la dividía en dos. La gente se agolpó y los periodistas se abalanzaron sobre la impresionante rubia. Los policías, lejos de movilizar el auto que entorpecía el tránsito en la transitada calle, lo protegían de extraños y curiosos mientras con un celular le tomaban fotos. La entrada a los juzgados fue triunfal, las manos en alto saludaban a los que se agolpaban en el panóptico y desde la nada surgían cámaras fotográficas ávidas de registrar la imagen gloriosa de la diva
La entrada a los juzgados fue triunfal, las manos en alto saludaban a los que se agolpaban en el panóptico y desde la nada surgían cámaras fotográficas ávidas de registrar la imagen gloriosa de la diva. Desde los balcones, los actuarios y funcionarios judiciales –tal vez también los jueces– la aplaudían, le gritaban y le tiraban besos. El apacible, eficiente y muy educado doctor Raúl Oxandabarat, director de Comunicaciones del Poder Judicial, la recibía como un excelente anfitrión y luego de subir dos pisos entre empujones de una verdadera avalancha humana, la refugio en un insólito camerino que le tenía reservado a escasos metros del despacho de la jueza de la causa. Mientras tanto la contraparte de Susana Jiménez (Alberto Grille y Ricardo Gabito), junto a Mateo Grille y al doctor Pablo Durán. su abogado, llegaron caminando ante la indiferencia del público y los esforzados funcionarios judiciales que esa tarde habían vivido su día de gloria. Semejante recepción no daba a Grille mucho margen para el optimismo, el día siguiente dijo que se sentía como si subiera a un cuadrilátero a pelear con Tyson. El clima era de circo romano y había que ser un fanático de la Justicia para soñar con que la misma esa tarde fuera justa. Grille, Durán, Gabito y Mateo Grille permanecieron allí rodeados de la indiferencia de los fans. Sólo se acercaron a ellos parte de los periodistas allí apostados y un patovica que saludó amablemente a Grille como si le conociera del gimnasio. Al entrar a la sala, Gabito y Mateo Grille se sentaron en sus respectivos lugares. El doctor Grille y Durán saludaron a la señora jueza, a Susana Giménez y a su abogado, el doctor Correa Calcagno. En adelante sólo conocemos historias fragmentadas, resultado de lo que podemos saber y lo que se reservan los estrados. La jueza habría sido bastante ecuánime y se manejó con energía, inteligencia y firmeza en busca de un acuerdo. La señora Giménez estaba molesta e indignada con Gabito, a quien le preguntaba reiteradamente “¿Por qué me odia?”. Los abogados querían decir sus libretos perfectamente estudiados pero la jueza se los impedía. evitando la prolongación excesiva de la audiencia. Grille buscaba ganarse la confianza de la señora Giménez, a la que llegó a decir que “admiraba”. Gabito, en tanto, mantenía un intercambio de gestos con la señora que ella malinterpretó y provocó que la jueza reprochara al periodista por su supuesta descortesía. Paso a paso la doctora Álvez administró justicia demostrando ser una inteligente y sagaz negociadora. Es evidente que quedó impresionada por la fantástica recepción de la vedette y mostró cierta visión crítica de la prensa a la que atribuyó un excesivo sometimiento a las reglas del mercado. A decir de la parte demandada en declaraciones que se han hecho públicas con anterioridad a esta nota, la jueza fue muy respetuosa con Grille y CARASyCARETAS, aunque habría mostrado cierto recelo y desconfianza por el estilo periodístico de Gabito. Ricardo Gabito guardó silencio, aunque su rostro, según se ha dicho, denotaba un notorio malestar por el menosprecio por su investigación en el caso de la compra de los jugadores de Nacional por un grupo empresarial con antecedentes delictivos vinculados al narcotráfico, cuestión que fue expresamente dejada de lado en la audiencia. La señora Susana Giménez se mostraba visiblemente molesta pero dentro de la audiencia actúo con respeto y sensibilidad. Hizo solamente una mención a su llegada triunfal que fue respondida por Grille de inmediato y ambos fueron interrumpidos con firmeza por la jueza. En varias ocasiones la jueza frenó a los abogados de ambas partes y en dos oportunidades reprendió a Grille y a Susana Giménez que metieron violín en bolsa. Un episodio un poco cómico ocurrió cuando evaluaron los aportes a la fundación de Alejandra Forlán. Grille ofreció seis páginas y sugirió que la señora Giménez hiciera un aporte similar. Susana Giménez respondió algo así como que ambos podían donar cuareta mil dólares en efectivo. Grille estuvo a punto de pedir un marcapasos, pero la jueza pareció no entender o se hizo la desentendida, manifestó que los medios uruguayos disponían de pocos recursos y cerró la discusión diciéndole a Grille que ella sugería que fueran diez páginas porque prefería los números redondos. Grille contestó que le parecía “bárbaro” porque la fundación de Alejandra Forlán le resultaba maravillosa. Después de que Grille y Giménez manifestaron lo que pareció una retractación por lo que ambas partes podían considerar agravios y Gabito se avino a aceptar lo mismo, llegó un momento de tensión. La actriz había presentado una demanda penal contra Ricardo Gabito en Buenos Aires por manifestaciones que él había realizado en el programa de la Colorada Viviana Canosa y que Giménez había considerado agraviante. La señora Giménez no parecía dispuesta a retirar la demanda, la señora jueza no podía hacer nada para actuar fuera de su jurisdicción y ni Gabito ni Grille iban a aceptar un acuerdo que dejara pendiente una causa penal en la vecina orilla. Ante la sorpresa de todos los presentes, Grille pidió para hablar a solas con la señora Giménez y con la autorización de la jueza ambos se ubicaron a cuchichear en un rincón. El misterioso diálogo duró unos minutos y ambos se levantaron sonrientes y cerraron un acuerdo. Susana –así la llamó Grille al despedirla con un beso– había aceptado retirar ambas demandas y la jueza cerraba la tarde con la convicción de que había cumplido con éxito su tarea. Se cerraba así una apoteósica tarde judicial en los nuevos juzgados de la Plaza Cagancha. Grille y su hijo Mateo se retiraban ante la indiferencia de las cámaras mientras Jiménez, rodeada de gigantescos y musculosos 'gordos', trataba de abrirse pasos entre los paparazzi y los actuarios cholulos. Un patovica que custodiaba un ascensor que aguardaba abierto, como quien se compadece de algo, invitó a Grille y su hijo a subir en él. Allí permanecieron solitarios y asombrados hasta que Oxandabarat los hizo descender del ascensor porque estaba reservado para Susana. En un instante Susana Giménez logró acceder a él y el tumulto desapareció detrás de la rubia. Los “descendidos del ascensor” bajaron por la escalera y se perdieron en la oscuridad. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
No hay elementos objetivos
La 4x4 Mercedes Benz de color champagne atracó de trompa en la calle San José frente a la Corte Suprema, mientras de la Blazer bajaban Susana y los patovicas. La señora iba vestida con una blusa blanca y una pollera tubo negra muy ajustada al cuerpo, y calzaba unos zapatos negros de tacones. En su cintura un grueso cinturón la dividía en dos. La gente se agolpó y los periodistas se abalanzaron sobre la impresionante rubia. Los policías, lejos de movilizar el auto que entorpecía el tránsito en la transitada calle, lo protegían de extraños y curiosos mientras con un celular le tomaban fotos. La entrada a los juzgados fue triunfal, las manos en alto saludaban a los que se agolpaban en el panóptico y desde la nada surgían cámaras fotográficas ávidas de registrar la imagen gloriosa de la diva
La entrada a los juzgados fue triunfal, las manos en alto saludaban a los que se agolpaban en el panóptico y desde la nada surgían cámaras fotográficas ávidas de registrar la imagen gloriosa de la diva. Desde los balcones, los actuarios y funcionarios judiciales –tal vez también los jueces– la aplaudían, le gritaban y le tiraban besos. El apacible, eficiente y muy educado doctor Raúl Oxandabarat, director de Comunicaciones del Poder Judicial, la recibía como un excelente anfitrión y luego de subir dos pisos entre empujones de una verdadera avalancha humana, la refugio en un insólito camerino que le tenía reservado a escasos metros del despacho de la jueza de la causa. Mientras tanto la contraparte de Susana Jiménez (Alberto Grille y Ricardo Gabito), junto a Mateo Grille y al doctor Pablo Durán. su abogado, llegaron caminando ante la indiferencia del público y los esforzados funcionarios judiciales que esa tarde habían vivido su día de gloria. Semejante recepción no daba a Grille mucho margen para el optimismo, el día siguiente dijo que se sentía como si subiera a un cuadrilátero a pelear con Tyson. El clima era de circo romano y había que ser un fanático de la Justicia para soñar con que la misma esa tarde fuera justa. Grille, Durán, Gabito y Mateo Grille permanecieron allí rodeados de la indiferencia de los fans. Sólo se acercaron a ellos parte de los periodistas allí apostados y un patovica que saludó amablemente a Grille como si le conociera del gimnasio. Al entrar a la sala, Gabito y Mateo Grille se sentaron en sus respectivos lugares. El doctor Grille y Durán saludaron a la señora jueza, a Susana Giménez y a su abogado, el doctor Correa Calcagno. En adelante sólo conocemos historias fragmentadas, resultado de lo que podemos saber y lo que se reservan los estrados. La jueza habría sido bastante ecuánime y se manejó con energía, inteligencia y firmeza en busca de un acuerdo. La señora Giménez estaba molesta e indignada con Gabito, a quien le preguntaba reiteradamente “¿Por qué me odia?”. Los abogados querían decir sus libretos perfectamente estudiados pero la jueza se los impedía. evitando la prolongación excesiva de la audiencia. Grille buscaba ganarse la confianza de la señora Giménez, a la que llegó a decir que “admiraba”. Gabito, en tanto, mantenía un intercambio de gestos con la señora que ella malinterpretó y provocó que la jueza reprochara al periodista por su supuesta descortesía. Paso a paso la doctora Álvez administró justicia demostrando ser una inteligente y sagaz negociadora. Es evidente que quedó impresionada por la fantástica recepción de la vedette y mostró cierta visión crítica de la prensa a la que atribuyó un excesivo sometimiento a las reglas del mercado. A decir de la parte demandada en declaraciones que se han hecho públicas con anterioridad a esta nota, la jueza fue muy respetuosa con Grille y CARASyCARETAS, aunque habría mostrado cierto recelo y desconfianza por el estilo periodístico de Gabito. Ricardo Gabito guardó silencio, aunque su rostro, según se ha dicho, denotaba un notorio malestar por el menosprecio por su investigación en el caso de la compra de los jugadores de Nacional por un grupo empresarial con antecedentes delictivos vinculados al narcotráfico, cuestión que fue expresamente dejada de lado en la audiencia. La señora Susana Giménez se mostraba visiblemente molesta pero dentro de la audiencia actúo con respeto y sensibilidad. Hizo solamente una mención a su llegada triunfal que fue respondida por Grille de inmediato y ambos fueron interrumpidos con firmeza por la jueza. En varias ocasiones la jueza frenó a los abogados de ambas partes y en dos oportunidades reprendió a Grille y a Susana Giménez que metieron violín en bolsa. Un episodio un poco cómico ocurrió cuando evaluaron los aportes a la fundación de Alejandra Forlán. Grille ofreció seis páginas y sugirió que la señora Giménez hiciera un aporte similar. Susana Giménez respondió algo así como que ambos podían donar cuareta mil dólares en efectivo. Grille estuvo a punto de pedir un marcapasos, pero la jueza pareció no entender o se hizo la desentendida, manifestó que los medios uruguayos disponían de pocos recursos y cerró la discusión diciéndole a Grille que ella sugería que fueran diez páginas porque prefería los números redondos. Grille contestó que le parecía “bárbaro” porque la fundación de Alejandra Forlán le resultaba maravillosa. Después de que Grille y Giménez manifestaron lo que pareció una retractación por lo que ambas partes podían considerar agravios y Gabito se avino a aceptar lo mismo, llegó un momento de tensión. La actriz había presentado una demanda penal contra Ricardo Gabito en Buenos Aires por manifestaciones que él había realizado en el programa de la Colorada Viviana Canosa y que Giménez había considerado agraviante. La señora Giménez no parecía dispuesta a retirar la demanda, la señora jueza no podía hacer nada para actuar fuera de su jurisdicción y ni Gabito ni Grille iban a aceptar un acuerdo que dejara pendiente una causa penal en la vecina orilla. Ante la sorpresa de todos los presentes, Grille pidió para hablar a solas con la señora Giménez y con la autorización de la jueza ambos se ubicaron a cuchichear en un rincón. El misterioso diálogo duró unos minutos y ambos se levantaron sonrientes y cerraron un acuerdo. Susana –así la llamó Grille al despedirla con un beso– había aceptado retirar ambas demandas y la jueza cerraba la tarde con la convicción de que había cumplido con éxito su tarea. Se cerraba así una apoteósica tarde judicial en los nuevos juzgados de la Plaza Cagancha. Grille y su hijo Mateo se retiraban ante la indiferencia de las cámaras mientras Jiménez, rodeada de gigantescos y musculosos 'gordos', trataba de abrirse pasos entre los paparazzi y los actuarios cholulos. Un patovica que custodiaba un ascensor que aguardaba abierto, como quien se compadece de algo, invitó a Grille y su hijo a subir en él. Allí permanecieron solitarios y asombrados hasta que Oxandabarat los hizo descender del ascensor porque estaba reservado para Susana. En un instante Susana Giménez logró acceder a él y el tumulto desapareció detrás de la rubia. Los “descendidos del ascensor” bajaron por la escalera y se perdieron en la oscuridad. Colorín colorado, este cuento se ha acabado.
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